El impulso sexual es la interacción de las emociones, pensamientos y recuerdos con los sistemas nervioso, endocrino y circulatorio con el objetivo de producir una respuesta sexual. Este impulso es un deseo sexual y es conocido frecuentemente como libido.
El libido o deseo representa la participación en la actividad sexual y suele tener lugar gracias a palabras, imágenes, olores, pensamiento y tacto. El libido se encarga de que se produzca, en definitiva, la excitación y es responsable de que la sangre fluya con destino al pene para provocar la erección.
Tras la erección, llega la fase de meseta ya que excitación y tensión muscular se mantienen en el tiempo hasta llegar al orgasmo, punto en que se da la máxima excitación sexual o clímax. En este último punto, la tensión muscular del hombre es máxima, pero sobretodo se contraen su músculos pélvicos y se siente posteriormente una liberación. Paralelamente, existe otro proceso durante el orgasmo que es la eyaculación donde se expulsa el semen a través del pene. Orgasmo y eyaculación son procesos diferentes y separados: la eyaculación se puede producir sin orgasmo, y al revés.
Tras este clímax de máximo placer, desaparece la excitación sexual y se vuelve a un estado inicial. El pene, por lo general, al carecer de estímulo, la sangre ya no se retiene en los cuerpos cavernosos, y la erección disminuye volviendo al aspecto normal del órgano sexual masculino.
Si no hay estímulo ni erección, entonces aparece el período refractario, que es un lapso de tiempo en el que el hombre no puede tener una segunda erección. Este tiempo aumenta con la edad, siendo los jóvenes los más rápidos en recuperarse (15-20 minutos).
¿Qué pasa cuando disminuye el impulso sexual?
La libido es muy variable, pues cada hombre tiene su propio grado de placer y satisfacción. Este deseo puede disminuir debido a la edad, la ansiedad o la fatiga, entre otros. Cuando esta disminución ya es constante y no temporal, entonces el hombre cae en una especie de angustia que acaba afectando a la pareja.
Hay hombres que tienen un pobre deseo sexual durante toda su vida. Esto puede ser debido a un trauma en la infancia o incluso a factores psicológicos como la supresión provocada o aprendida del deseo sexual. También existen caso en que a cierta edad puede desaparecer este deseo debido al inicio de algún tratamiento farmacológico o una reducción en los niveles de testosterona.
Cuando el deseo sexual es escaso, los pensamientos sobre sexo también lo son. Se pierde abruptamente el interés por la actividad sexual, la fantasía o incluso la propia masturbación. El deseo o libido no tiene porque afectar a la función sexual. Una persona puede tener un deseo muy bajo, pero funcionar correctamente en lo que a relación sexual se refiere (erección y coito). Los problemas personales derivan cuando la persona sigue participando en la actividad sexual solamente para satisfacer a su pareja.
Para saber lo que está pasando, muchos médicos recurren al análisis de sangre para medir la concentración de testosterona, así como realizar el test previo para detectar los problemas tanto fisiológicos como psicológicos. La gran parte de los problemas suelen ser de origen psicológicas y es entonces cuando entran en acción algunas técnicas como el enfoque sensorial o terapias para cambiar la conducta.
Si la disminución del deseo es debida a bajas concentraciones de testosterona, entonces y para algunos casos, se administra esta hormona en el hombre si se ha descartado previamente que no existe ninguna interacción con medicamentos. Estos fármacos que incluyen como principio activo la testosterona suelen ser inyectables o parches transdérmicos.
Lo que si que hay que recordar que tanto sildenafilo como otros tratamientos para la disfunción eréctil que requieran un estímulo previo, no serán para nada eficaces si el objetivo final es la satisfacción de ambos miembros de la pareja.
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